Contexto

El dilema agrícola y la carrera por cosechar soluciones

Las condiciones laborales poco atractivas y los bajos márgenes de ganancia para los agricultores colocan a la industria en un callejón para el que no se ha encontrado salida

Pese a la exaltación que produjo el anuncio, la semana pasada, de que una veintena de ciudadanos mexicanos había llegado a Puerto Rico para trabajar en cultivos de tomate, cebolla y calabaza de una finca en Guánica, el modelo de importación de empleados en la industria agrícola no es nuevo, aseguraron varios entrevistados.

“Es la primera vez que sale a la luz pública de esta forma. Pero hace par de años, un agricultor de la zona de la montaña hizo toda la estructura y trajo un grupo de ocho a 10 dominicanos para recoger café. Aquí siempre hemos tenido la presencia del extranjero haciendo trabajos. Tanto legales como ilegales”, subrayó Héctor Iván Cordero, presidente de la Asociación de Agricultores.

“Lo que es novel en este momento es que se está haciendo conforme a la regulación federal. Es importante recordar que, en los años 80, cuando comenzamos a tener estas oleadas de hermanos dominicanos que llegaban a nuestras costas, muchas de estas personas se refugiaban en fincas. Los agricultores les daban cobijo y, obviamente, los ponían a trabajar en la finca”, dijo, por su parte, el exsecretario de Agricultura Javier Rivera Aquino, al puntualizar que esa década produjo algunas de las mejores cosechas históricas en Puerto Rico.

Rivera Aquino, quien lideró el Departamento de Agricultura bajo la administración de Luis Fortuño, recordó además que el modelo de importación de mano de obra es prevalente en la industria agrícola estadounidense, que aprovecha las visas temporales que se conceden para trabajadores de este sector, conocidas como H2-A.

Xenofobia

Las reacciones de corte xenofóbico no se hicieron esperar una vez se conoció de los 21 trabajadores mexicanos que estarían laborando hasta julio en la finca del agricultor Carlos González, en Guánica.

“Las expresiones xenofóbicas generalmente acompañan estos procesos”, lamentó la socióloga Palmira Ríos. “La xenofobia es una manifestación de racismo y así lo reconocen las Naciones Unidas. Es de esos valores negativos que tenemos que discutir y superar en Puerto Rico”.

Ríos, catedrática de Administración Pública en la Universidad de Puerto Rico (UPR), alertó del peligro que acarrea la propagación de comentarios que atacan la nacionalidad, raza o etnia de trabajadores inmigrantes, que de por sí suelen encontrarse en una posición vulnerable en un país extranjero.

“Ese tipo de comportamiento (xenofóbico) invita a acciones violentas, agresivas o insultantes contra este tipo de población en Puerto Rico. Realmente es bien penoso, porque los puertorriqueños sufrimos eso en Estados Unidos, y que se reproduzca esto aquí no es justificable ni perdonable”, puntualizó.

Cultura agrícola

Más allá de los prejuicios que todavía carga buena parte de la sociedad puertorriqueña, lo cierto es que el reclutamiento de mano de obra extranjera denota que Puerto Rico carece de una fuerza capaz y dispuesta a aceptar las condiciones que acompañan el arduo trabajo de labrar la tierra.

Cordero, por ejemplo, opinó que el país ha perdido la “cultura” agrícola, haciéndose eco del sentir de González, el dueño de la finca en Guánica.

“Lamentablemente, la cultura del trabajo fuerte, del trabajo agrícola, se perdió después de los  baby boomers. Esa generación que salió del campo y llegó a la ciudad nunca aprendió a trabajar fuerte como se trabaja en la agricultura”, sentenció Cordero.

Rivera Aquino, en tanto, reconoció que los beneficios laborales del empleo agrícola no son atractivos para la inmensa mayoría de los puertorriqueños, al tiempo que una mejoría de las condiciones laborales no resultaría costoefectiva para los agricultores, colocando a la industria en una disyuntiva de difícil solución.

“No necesariamente se trabajan las ocho horas en todas las fincas de Puerto Rico (y) muchos obreros agrícolas no necesariamente acumulan enfermedades o vacaciones. Obviamente, si viene mal tiempo no hay trabajo, y si no hay trabajo no hay ingreso. No se puede decir que pagando los $7.25 necesariamente se satisface las necesidades de muchas familias”, dijo Rivera Aquino, quien en 2011 impulsó la idea de importar mano de obra para la industria del café, que se intentó articular en política pública mediante la llamada “Ley de Manos Pa’l Campo” (Ley 38-2011).

Como posible alternativa, el secretario del Departamento del Trabajo y Recursos Humanos, Carlos Rivera Santiago, planteó que el gobierno debería dar mayor publicidad al hecho de que el ingreso por recogido de frutos como el café, guineo, yuca y piña, entre otros, durante la temporada de cosecha, se encuentra exento del cálculo para propósitos de determinar elegibilidad al beneficio del Programa de Asistencia Nutricional (PAN), según se recoge en el reglamento de la Administración para el Desarrollo Socioeconómico de la Familia.

“Si estás recibiendo la tarjeta del PAN no pierde los beneficios y de igual manera si estás recibiendo la tarjeta de salud, tampoco los pierdes. En ese sentido, se puede trabajar y hay que dar conocimiento de que no se pierden los beneficios”, dijo el funcionario.

Plantean cambio de estrategia con los incentivos

Para el economista José Caraballo Cueto, sin embargo, es vital “reestructurar” los incentivos que actualmente se ofrecen a la industria agrícola, de forma tal que se impulse principalmente la creación de empleos, en lugar del volumen producido, como ocurre actualmente.

“Movería los incentivos para asegurarme que no vayan al productor como tal, sino a contratar más personal. Lo otro que debe hacer el gobierno es adelantar más la automatización. En Laos, que es un país subdesarrollado, la mayor parte del café se recoge con máquinas que sacuden la planta de café y cuando cae al piso hay unos rieles que lo van recogiendo. Eso ayuda al sector agrícola a ser más competitivo”, expresó el economista.

Paralelamente, sostuvo que los agricultores deben moverse a la producción de alto valor añadido, mientras los de menor valor se adquieren mediante importación.

“Los productores de cáñamo en Puerto Rico no tienen tanto problema de mano de obra porque pagan buenos salarios. No pagan a $5 ni a $7.25, algunos pagan sobre los $10 la hora y, como el producto es de alto valor añadido, les permite hacer eso. Los agricultores deben moverse a esos nichos orgánicos, que muchos de esos productos se importan, pero se pudieran producir aquí”, apuntó el catedrático de la UPR Cayey.

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