De los millones de dólares que se han obtenido de las ganancias del 'spinner', ninguno va a parar a los bolsillos de la creadora.
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La idea nació a partir de una inquietud que Catherine Hettinger tenía con su hija Sara, una niña que tenía Miastenia gravis, enfermedad autoinmune, caracterizada por que quien la padece no puede mover sus músculos.
El Spinner funcionó tan bien, que la inventora decidió patentarlo en 1993. Durante 8 años la idea se quedó en eso solamente hasta que en 2005 Catherine debió renovar la patente, pero, por su difícil situación económica no pudo pagar los 400 dólares que le pedían. En ese momento, tuvo que vender la idea, sin saber que se iba a volver tan popular. Lo que hacía hasta ese momento era vender el juguete en ferias de pueblo y en jugueterías pequeñas que visitaba.
“Soy un técnico, no soy una persona que cierra acuerdos multimillonarios. Si hubiera habido dinero o alguien que me financiara cuando inventé el spinner, mi vida habría sido diferente”.
Aunque por el momento, Hettinger no ha podido reclamar algún ingreso por su invención, una página en Just Giving tuvo la idea de comenzra un “crowd funding” para poder regresarle algo a la creadora.
