Guatemala— Desde antes que se apagaran las luces, el ambiente en el recinto ya tenía algo distinto. No era un concierto más de Ricardo Arjona, era un regreso a sus orígenes.
A eso que parecía haberse quedado en las primeras guitarras, en los teatros pequeños, en las historias que nacen desde lo cotidiano. La idea de verlo en un formato íntimo, como en sus comienzos, tiene un atractivo especial. Es la promesa de escucharlo más cercano, más relajado y despojado de artificios.
Su residencia en el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias no es simplemente una parada de una gira. Fue allí, en ese mismo escenario, donde en los años ochenta interpretó por primera vez “Jesús Verbo, no sustantivo”, recibiendo una ovación de pie que duró más de diez minutos. Regresar ahora, con un proyecto tan personal como Seco (su álbum más reciente), convierte esta serie de conciertos en un viaje emocional entre lo que fue, lo que sigue siendo y lo que aún tiene por decir.
“Lo que el Seco no dijo”, como bautizó su gira, es más que un título. Suena a declaración de intenciones. A confesión tardía. A un espacio para decir lo que antes no podía o no quería.
El repertorio navegó entre grandes éxitos y nuevas texturas. Las canciones de Seco, encontraron también su propio espacio en un teatro cargado de memoria colectiva, mientras el sonido limpio, íntimo y cercano se mezclaba con los murales y la historia que alberga el centro cultural.
En esta residencia, Arjona también juega con los arreglos musicales y las estructuras de muchas canciones, acortándolas para complacer las peticiones de su fiel fanaticada. Así abrió espacios para temas como Iluso, Gritas, Ella y El Problema, antes de enviar saludos a sus compatriotas y a los visitantes de otros países que viajaron para vivir esta gran experiencia.
Entró entonces en un terreno más personal, contando una anécdota sobre el bullying y una historia familiar, justo antes de anunciar que el cabaret sería el hilo conductor del concierto. Esto dio paso a una interpretación poderosa de Cabaret, del disco Seco.
En uno de sus comentarios más sinceros recordó que el país donde fue más rechazado fue Guatemala, confesión que soltó con ironía y cariño antes de continuar con El que olvida.
Siguieron momentos intensos con Acompáñame a estar solo, Apnea, Fuiste tú, Si el norte fuera el sur, Lo poco que tengo y Despacio que hay prisa.
La velada continuó con clásicos que forman parte de la memoria colectiva latinoamericana. Dime que no, Cuando, Cómo duele, Te conozco y Taxi, que sirvió de invitación para que el público se soltara de una vez y se levantara de sus asientos a bailar. Luego llegaron Te quiero, Sin daños a terceros y Ella, canción que dedicó a su hija, la actriz Adria Arjona.
Uno de los momentos más emotivos ocurrió cuando ella, quien asistió al espectáculo, subió al escenario. Padre e hija se fundieron en un abrazo sincero y lleno de ternura que desató la emoción entre los asistentes. Fue un instante íntimo que encapsuló lo que esta residencia representa, un regreso al origen, a la raíz, al niño que alguna vez inició este sueño.

La secuencia siguió con Todo termina y Por qué es tan cruel el amor, antes de que él mismo confesara que tenía demasiadas historias para seguir contando. Entonces, sin pausa, llegaron Desnuda, Señora de las cuatro décadas y Minutos, antes de acercarse al cierre.
Otro de los momentos más especiales y celebrados ocurrió precisamente con Señora de las cuatro décadas. La mujer seleccionada del público, llamada Claudia, subió al escenario con una emoción difícil de contener. No dejaba de abrazarlo ni de sonreír mientras Arjona le dedicaba la emblemática canción. Su alegría era tan genuina que el público la celebró con entusiasmo.
En la parte culminante del espectáculo interpretó Mi país, un tributo directo a su tierra de volcanes y memorias tejidas, como él la describe. El teatro entero vibró con un sentimiento colectivo imposible de contener. Banderas al aire y un orgullo compartido convirtieron ese momento en un abrazo entre el artista y sus paisanos.
Pero la residencia no vive solo en el escenario. En los alrededores del teatro, los seguidores pueden adentrarse en un universo creativo que complementa la música con exhibiciones sobre la elaboración del vestuario, técnicas artesanales, piezas textiles y muestras de la herencia cultural que inspiran el concepto visual del proyecto.
La intención detrás de esta residencia también es impulsar el desarrollo económico y turístico del país, y promover la cultura en todas sus manifestaciones, integrando a artesanos, diseñadores, emprendedores y creadores locales que encuentran en este espacio una ventana para mostrar su trabajo.
Los visitantes pueden interactuar con los creadores detrás de estas propuestas, entre ellos la diseñadora guatemalteca Vitto Murga, encargada del vestuario del artista yquien fusiona arte, diseño e historia.
La diseñadora describe su aportación como un tributo al niño que cantó sus raíces al mundo.
Además, el público tiene la oportunidad de vivir una serie de experiencias y adquirir merch exclusivo, como camisetas, gorras, sombreros, accesorios y una vela autografiada como las que utilizó en el concierto Hecho a la Antigua de 2021, un famoso show streaming que estremeció a su país. Una parte significativa de estas ventas se destina a Fundación Adentro de Ricardo Arjona, fortaleciendo el vínculo entre arte, educación y comunidad.
Parte esencial del espectáculo es su equipo internacional de músicos. Carla Serón Ramos en el cello, Ellen Melisa Story en violín y otros instrumentos, Gala Celia Soto en percusión, Giovanni Figueroa en batería, Hammadi Bayard en saxofón, Karen Castiblanco y Virginia García Álves en coros, Luis Rey Cabrera en guitarra, Michel Ferré en piano, Omar Martínez en trompeta, Yarel Hernández en bajo y la presencia escénica de Midalys Perdigón Álvarez. Cada uno aporta matices que elevan el espectáculo sin restar protagonismo a la esencia íntima de la propuesta.
La logística y producción también aportó al encanto con funciones limitadas, fechas agotadas en minutos y una puesta en escena minimalista que transformó esta residencia en un privilegio emocional para quienes lograron un asiento. Un espectáculo intenso, nostálgico y profundamente humano que sin renunciar a la grandeza de una gira ambiciosa se siente pequeño en el mejor sentido. Cercano, sincero y verdadero.
Una vez más el artista deja de manifiesto que su carrera no es un repertorio acumulado sino una conversación continua con su público. A sus 61 años no busca ser cool, busca ser honesto. Y en Guatemala, en la tierra de volcanes y memorias tejidas, encontró el escenario perfecto para decir y cantar lo que el Seco aún no había dicho.


