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Owen Teague revela sus desafíos en Kingdom of the Planet of the Apes

La estrella de Kingdom of the Planet of the Apes revela qué fue lo que lo inspiró a hacerse simio, y cuáles fueron los desafíos que enfrentó en su épico viaje

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Planet of the Apes Getty Images (Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic)

Cuando nos encontramos, Owen Teague tenía una camiseta del Centro para Grandes Simios (que se encuentra en su hogar, el estado de Florida) anunciando que somos “98,6% chimpancé”. Pero para interpretar el papel protagónico de Kingdom of the Planet of the Apes, de Wes Ball, el actor de 25 años tuvo que pasarse casi seis meses siendo 100% chimpancé.

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Teague protagoniza la entrega más reciente de la saga de The Planet of the Apes, interpretando al joven Noa, miembro de una tribu aislada de chimpancés que se ve obligado a realizar un peligroso viaje de descubrimiento. Durante su aventura, aprende mucho sobre sí mismo y sobre los antepasados de su pueblo, incluidas las enseñanzas de César, el gran líder de los simios que vivió cientos de años atrás.

Del mismo modo que Noa aprende de César, Teague aprendió de Andy Serkis, el hombre que interpretó a César en las tres películas anteriores de The Planet of the Apes. Esto fue especialmente emocionante para Teague, ya que la actuación de Serkis en el papel titular de la película King Kong (2005), de Peter Jackson, que había realizado con la técnica de captura de movimiento, fue lo que lo había inspirado a convertirse en actor.

Aunque ya causó muy buena impresión en películas como It (2017) y You Hurt My Feelings (2023), Teague parece estar listo a causar sensación con este importante papel protagónico. Rol que, se podría decir, nació para interpretar.


¿Qué fue lo que le atrajo, como actor, a The Planet of the Apes?

Vi a Andy Serkis hacer de King Kong cuando tenía seis o siete años, y eso fue lo que me hizo amar el cine y amar la actuación, la posibilidad de poder hacer algo como eso. Pero también me fascinan los grandes simios, de lo que también es responsable esa película. Así que esto fue, literalmente, lo que siempre quise hacer, desde que era pequeño. Y luego leí el guión y vi que era un personaje y un mundo completamente desarrollados. Y muy pertinentes a la época que estamos viviendo ahora.

¿Qué nos puede decir del personaje de Noa?

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La película es una historia de maduración personal, y creo que se puede decir con seguridad que Noa se deja llevar por el asombro. Esa es la palabra clave, el sentimiento clave para entenderlo. Es muy curioso y está impresionado por las cosas que descubre. Pero ese asombro no siempre es del todo abierto. Dentro de Noa, hay fuerzas en conflicto.

¿Cómo describiría el mundo que habita?

Creo que tribal sería la palabra correcta. Definitivamente no es poco desarrollado. Definitivamente no son simios que aprendieron a hablar de repente. Pero Noa pertenece a una cultura profundamente ritualista. Uno de los temas importantes de la película, en mi opinión, es la religión, en cuanto a qué es lo que veneramos y qué es lo que consideramos importante como grupos diferentes que somos. En el mundo de Noa se venera algo sagrado, y también se favorece del aislamiento. Hay mucho conocimiento, pero lo que se sabe es transmitido de generación en generación y se mantiene reservado.

¿Cómo relaciona esta película con las tres anteriores?

La siento como algo separado. O sea, obviamente está relacionada. La historia de César se continúa con esta película, pero es independiente.

Cuéntenos cómo se entrenó físicamente para encarnar un simio.

Bueno, al principio hablé con Andy Serkin, que fue muy generoso y me dio muchos consejos. Creo que fue como si me hubiera pasado la batuta, pero no se sintió así. Sentí como que trabajaba con un mentor. La otra persona que fue muy importante en nuestro proceso de convertirnos en simios, y en lograr que la película funcionase, fue el coordinador de movimiento Alain Gauthier. Trabajó mucho con nosotros para crear estos personajes desde el punto de vista físico y para hacernos creer que nosotros “somos” simios.

Noa tiene como mascota un águila real. ¿Tuvo que hacer algún entrenamiento para eso?

No trabajé con un águila real porque no sé dónde encontrar un águila real. Pero trabajé con una especie de halcón, no me acuerdo qué especie era exactamente. Cuando estábamos entrenando en la escuela de simios pensé: “Tal vez debería trabajar con algún ave de presa para ver cómo es eso”. Así que un día vino un halconero con su ave e hicimos que se me posara en el brazo y que volara desde allí. También practiqué ponerle la caperuza. Fue increíble. El lazo emocional entre el halconero y su ave es realmente intenso y eso se muestra en la película. Es genial.

¿Cómo fue el rodaje para usted, trabajando mayormente en locación en Australia con todo ese traje de captura de movimiento?

Va a sonar ridículo, pero fueron los mejores seis meses de mi vida. Al principio fue difícil porque hacer el papel protagónico te pone mucha presión, y seguir los pasos de Andy me asustaba. Especialmente porque lo admiro mucho. Pero, como me dijo Andy, después de la primera semana de interpretar a un simio, comienzas a sentirlo como algo normal, y te olvidas que tienes una cámara amarrada a la cabeza, que tienes todos estos sensores en el cuerpo, y que estás caminando raro. Todo eso se esfuma y lo sientes como algo normal, como que es el personaje que estás interpretando. Todas esas preguntas existenciales que te hacías como “¿voy a poder hacer esto?” desaparecen, y a partir de ese momento fue extraordinariamente divertido.

¿Cuál es el recuerdo más perdurable que tiene del rodaje?

Que hacía calor. Mucho calor. Los trajes de captura de movimiento no son especialmente frescos, y uno está cubierto prácticamente de la cabeza a los pies, así que puede volverse insoportable. Yo creo que tolero bien el calor, me crie en Florida, en donde el aire parece sopa caliente, y hasta a mí me costó algunos días. Pero lo bueno de los trajes es que te protegen. Tendrás calor pero al menos nada te puede picar. Me daba pena el resto del equipo, que tenía que vérselas con sanguijuelas, arañas, serpientes y gigantescos lagartos. Teníamos una persona en el set cuyo trabajo era lidiar con la naturaleza australiana –un trabajo bastante grande– y un día salieron estos lagartos gigantes del monte en dirección a la mesa del catering. Este hombre se les iba encima, los agarraba de la cabeza y de la cola, los sacaba del set y los arrojaba de vuelta al monte. Realmente impresionante. Es verdad lo que dicen de Australia: todo está tratando de matarte todo el tiempo.

¿Cómo fue la colaboración con el director, Wes Ball?

Su manera de interiorizarme del proyecto fue mostrarme el guion gráfico de la película, de principio a fin. Me vendió la película. Yo quedé muy impresionado. A partir de ese momento estábamos en sintonía en cuanto a lo que tenía que ser el personaje y lo que tenía que ser la película. Wes es muy visual. Es un visionario en el sentido más completo de la palabra. Tiene cada instante de la película en su cabeza. Lo ve con total claridad. Pero lo que me sorprendió de él fue su habilidad con los actores, porque a veces, cuando alguien es muy visual, no sabe cómo entrar en el costado emocional de los personajes.

¿Cómo lo ayudó exactamente con el lado emocional de las cosas?

Hay una escena en la que Noa lo está pasando bastante mal. Habíamos estado haciendo esta secuencia todo el día, y hacía calor. Yo estaba agotado y, a esa altura, emocionalmente entumecido. Así que me acerco a Wes y le digo: “Me está costando. ¿Cómo hago para encontrarlo de vuelta? ¿Cómo hago para volver al lugar en el que estaba?” Me mira y me dice lo más perfecto que se podrá haber dicho en ese momento y yo me sentí bien otra vez. Eso me pasó muchísimas veces durante el rodaje, en las que él sabía exactamente cómo ayudarme a ponerme en el lugar en el que necesitaba estar. Además, es un hombre apasionado. Es como un niño. Corre por todos lados, actúa, es totalmente contagioso. Te das cuenta cuando tienes un buen director como ese, porque todo el equipo está de buen ánimo, y todos vienen a trabajar entusiasmados.

¿Cómo fue trabajar con Freya Allan como su compañera humana, Nova?

Freya aporta una extraordinaria y misteriosa profundidad. Es difícil darse cuenta de en qué está pensando pero uno se da cuenta de que hay mucho que está sucediendo en su cabeza. Es perfecta para el personaje, y hace que las escenas con ella se sientan como muy reales. Hay algo en ella a lo que Noa no puede acceder y que no comprende. Freya siempre lo hace parecer real. Algo impresionante, porque trabajar conmigo con ese traje y actuando como un simio y tomarlo todo en serio debe ser bastante difícil. Y como persona, es desopilante. Compartimos el rodaje de muchas escenas nocturnas en las que nos moríamos de risa. Nos alimentábamos las rarezas mutuamente. También nos molestamos un poco el uno al otro, lo que es un requerimiento de la relación entre un simio y un humano. ¡No se puede ser demasiado amable con la especie opuesta! Nos divertimos mucho.

¿Cómo se sintió cuando se vio por primera vez en pantalla como Noa, en la forma de simio finalizada?

Me voló la cabeza. Verte a ti mismo en otro cuerpo, como otra especie, es una de las cosas más locas de ver. Porque Noa soy yo. Los animadores me capturaron con una precisión increíble. Además, es igual a mí, físicamente, algo realmente extraño. Pasé tanto tiempo pensando en él, pensando, “siendo” él, y ahora mirando las imágenes, comienzo a fusionar mi propia imagen de mí mismo con la del chimpancé. Cuando me miro la cara, veo a Noa, y cuando miro a Noa, veo mi cara. Es muy raro. Pero no me molesta. Me encanta.

¿Le gustaría volver a interpretar a Noa en películas futuras?

Espero que podamos hacer más. Estoy ansioso por volver y hacerlo todo de nuevo. Generalmente, cuando terminas de rodar una película dices: “Bueno, terminamos. Me voy. Me vuelvo a mi casa. ¡Adiós!” Pero con esta película no me quería ir.

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