Jarana

Arjona: el encantador de ovarios

Señoras, sírvanse una copa de vino, que vamos a hablar de Edgar Ricardo Arjona Morales

(Foto por Alexander Tamargo/Getty Images)
Ricardo Arjona (Foto por Alexander Tamargo/Getty Images) (Alexander Tamargo/Getty Images)

Damas y caballeros, una vez más el señor Zárraga -el mismo que mira con desprecio a los creídos, velludos y desaliñados culturetos como Ramos Perea- está en El Calce para deleitarlos con lo mejor que sabe hacer: escribir mieLda. Mera, díganle a los miembros de los círculos intelectuales que mis letras cafres hacen más por la cultura boricua que ellos en sus reuniones llenas de moscas en las que se capotean unos a otros porque en el pueblo nadie se la capea; a esa gente le sobra el ego… a mí las letras. ¡La bendición a Tío y evítese un lío!

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Bien, vamos a lo que vinimos, pero antes sírvanse una copa de vino, que hoy vamos a hablar de un ser humano que levanta muchísimas pasiones. Después de los chismes de la farándula, los bochinches de barrio que pasan en Facebook, las plantas y las peleas de gallos, otro de mis temas favoritos es la música.

Algunos pueden pensar que yo solo escucho reggaetón, rap en español y el amado merengue de los penepés, pero eso es totalmente falso, ya que si ven mi Spotify Wrapped pueden darse cuenta que yo nací para retar el algoritmo con unos gustos musicales más volátiles que una mujer bipolar preñá; si mi playlist fuera un ser humano sería Caitlyn Jenner.

Corillo, un paL de años antes de matar dos computadoras -una con un virus por culpa de la pornografía y otra con un virus que bajé en Ares- y que toda la música estuviese a la mano con solo un download, de chamaquito pasaba horas frente al componente de la sala escuchando en Ponce lo que salía en la emisora Río 101 pa’ darle REC y grabar en el cassette Maxel las canciones que me gustaban. La música fue -y es- tan importante pa’ mí cómo el dibujo y las palabras en mi formación creativa, y como mi gap de atención siempre ha sido bien corto -como el de Dory en “Buscando a Nemo”- es en la música que siempre busqué la musa para hacer historias: desde el Pedro Navaja de Rubén Blades hasta el Viernes 13 de Vico C.

También me quedaba pega’o viendo los videos musicales del canal Siete, y una mañana en que iba pa’ la escuela -tenía como once años- salió “Historia de taxi” en la televisión con el peculiar acento de esa gente que cruzó las fronteras latinoamericanas descalzo para buscar el sueño americano… y en ese momento dije: “que buen cuento hizo ese cabrón”.

Yo estaba acostumbrados a seguir las novelas puertorriqueñas que daban en esa época, pero las historias siempre eran más aburridas que un guión de Carlos Vega los calzoncillos blancos de Rubén Sánchez, así que la historia se me quedó en la chola por el plot twist, y en aquellos tiempos estabas bien pilla’o cuando te gustaba una canción o video porque tenías que esperar que volviera a salir, casi como si estuvieses mirando pa’l cielo pidiéndole a Cristo pa’ que suelte una fokin estrella fugaz.

Tiempo después comenzó a sonar la música de Arjona en Estereotempo -que para esa fecha era la emisora favorita de las divorciadas, mujeres que parieron por cesárea y hembras sexualmente insatisfechas- y el cantante se metió en el oído boricua con sus reflexivas coplas, donde abundan las metáforas tan fáciles de captar que hasta los estudiantes de C en escuela pública pueden cacharlas.

Sí, estamos hablando de ese mismo, su nombre es Edgar Ricardo Arjona Morales, y estoy bien seguro que alguna vez vieron a una de sus tías -borrachas y llenas de sentimiento- cantando una rola del guatemalteco con el alma guindando de las amígdalas. Arjona en poco tiempo se convirtió en el favorito de las basic bitches de los noventa, mientras yo escuchaba a Laura Rosado en Nocturno esperando que la locutora zumbara algún tema del latinoamericano con cara de avestruz. Bebéses, en aquel tiempo las canciones de Arjona eran tan placenteras como leer un cómic de Condorito… y si no sabes de qué estoy hablando, sal de este artículo y escóndete de P. Diddy, R Kelly y Pedro Julio.

Pues resulta que en estos días el disco “Historias” cumplió TREINTA años, ese mítico álbum en el que apareció “Señora de las cuatro décadas”, el himno de las veteranas del perreo que se meten pellets, janguean en Marshalls, beben mimosas los domingos y dejan huellas por donde caminan. Arjona subió un post a Instagram hablando del disco más importante de su carrera, narró cómo cambió su vida desde ese momento, y yo me puse a pensar en que debe estar bien cabrón tener una carrera tan exitosa por tanto tiempo.

En Puerto Rico no es bien visto hablar de los logros ajenos -te dicen “mamón”- porque por alguna razón creen que halagar es una debilidad que le resta a sus propios méritos; pero tenemos que hablar de lo demente que ha sido la carrera de Arjona. Mi gente, solo piensen en esta rutina: escribir canciones, hacer la música, grabar los temas, la producción y afinar detalles del disco; luego promoción, gira por un fracatán de países, odiar al necio de Fito Paez, ensayos, pruebas de sonido, escribir más canciones mientras estás de tour, culminar la gira, tener pocos días de vacaciones porque hay compromisos que cumplir… y luego volver a hacer lo mismo… por más de treinta años. Si admiramos a Yankee por la disciplina y consistencia, tenemos que hacerlo con Arjona.

De hecho, yo recuerdo un tiempo en que se volvió una moda criticar a Arjona por ser “un seudo intelectual”, considerándolo por los usuarios de Pulso Rock como el Coelho de la música y un imitador del periquero de Sabina. Esta aseveración la empezaron los GenXers egresados de la UPR -quienes siempre apostaron a la ropa gris en su vestimenta porque es el color de los que aman el comfort zone-, que tenían como perfumes favoritos el CK One y la arrogancia; que se dejaron meter las cabras de los boomers, y por eso es que son considerados como “la generación muda”.

¿Ustedes saben lo que es tener una carrera subiendo desde los tempranos noventa y que al sol de hoy en el 2024 todavía estar empaquetando estadios? Eso no es cáscara ‘e coco. He ido como a tres conciertos de Arjona aquí en la isla, y puedo decir con toda la sinceridad del mundo que lo que pasa en ese momento no es normal.

Mi gente, no estoy jodiendo cuando digo que se puede oler el aroma del estrógeno, y la energía es tan caliente y palpable como el de una mujer el día más feliz de su vida. Honestamente, yo creo que Arjona es el encantador de ovarios de Latinoamérica; verlo en tarima, y las mujeres responder a su carismático encanto, es similar al de los niños cuando ven a Víctor de Atención Atención, quien es otro de los favoritos de las mamás boricuas, pues es el Flautista de Hamelín de sus hijos.

Arjona es una de mis inspiraciones al momento de narrar una historia, y creo que Tommy Torres, Obie Bermúdez, Manolo Ramos, Melendi y Papi Wilo de Freestyle Manía -el orgullo de Morovis- son sus hijos putativos. Este pana tiene sesenta años, así que después de ser baloncelista del equipo nacional de Guatemala, maestro en Jocotenango, y componerle a otros artistas pa’ pagar las deudas, tiene una carrera tan sólida que no depende de cómo esté corriendo la inestable industria pa’ seguir haciendo lo que le da la gana: controlar las emociones femeninas como Charles Xavier controla las mentes de los X Men.

Yo creo que hatear es chévere para la diversión, pero también hay que ser honesto y decir cuando alguien lo ha hecho con honores, y en eso el siervo Arjona -le guste o no a los acomplejados arrogantes intelectuales- se llevó todas las medallas de la graduación. Hay algo bien raro en el ser humano que se le hace difícil aceptar cuando otra persona logra sus metas, y hasta se ajustan al discurso de la crítica simplona solo por pertenecer al bando de “los derrotados resignados”, que se curan el alma minimizando las gestas ajenas como los mediocres que no tienen 🥚🥚 pa’ hacer algo grande.

¿Quieren mi opinión honesta? La próxima vez que este tipo tenga un concierto, vayan al Choli a verlo, pa’ que sientan lo más cercano a estar dentro de una mujer que está a punto de tener un orgasmo y se van a dar cuenta que el feeling que se da allí es algo que merece su propia canción.

Así que les recomiendo a todos salir del closet y decir lo que hace tiempo pensamos: Arjona está bien cabrón… y Jorge Drexler es una plasta. ¿Quién me va a desmentir? 🙂

Corillo, si quieren leer los cuentos que no se imaginaría ni García Marquez, denle pa’ mi Patreon: patreon.com/macetaminofen

Una aventura llamada Manuel
Una aventura llamada Manuel

Dos mentirosos hombres que desean vencer sus vicios se conocen en Alcohólicos Anónimos, y tras enfrentar las burlas de un sectario líder, comienzan a crear una sólida amistad que se convertiría en hermandad. Después de abrir sus corazones en una conversación, uno de ellos sugiere que deberían tener una última misión para encontrar la felicidad.

PD: venía con una tiraera pa’ los arrogantes intelectuales de mi país -incluyendo a un paL de periodistas, perio-tuitstars y analistas políticos-, pero tenía cosas más importantes que decir. 🦍

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