Opinión

Querida Shakira

Shaka, tenemos que hablar…

Querida Shakira
Querida Shakira

¡Amiguitoooooossss, llegó el Tío que responsablemente te paga el primer shot cuando cumples dieciocho años pa’ que aprendas las lecciones de la vida a fuerza de vómito!

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Como todos los domingos, Macetaminofén -el mismo que le prepara como desayuno a su esposa una maicena más blandita que el espíritu de Manuel Natal- está en El Calce para hablar de los temas que preocupan a todos los que habitamos el tercer mundo. Esta semana tenemos que hablar de la cantante favorita de las inestables emocionales, la inspiración para el look de loca dosmilera, y la ídola de las GenXers y Millennials que se mordían las muñecas cuando estaban enojadas: Shakira Isabel Mebarak Ripoll, mejor conocida como la ex pareja de la leyenda de la actuación, música y venta de placas solares, Osvaldo Ríos.

En estos días la talentosísima barranquillera -quien siempre tiene los talones más prietos que las tetillas de P. Diddy- dijo que prefería sus nuevas canciones, ya que en los viejos temas gemía como un cabra borracha intentando hacer Blues. Además, aseguró que le daba “cringe” esas grabaciones de “Pies descalzos” y “¿Dónde están los ladrones?”, y que al sol de hoy aún levantan la nostalgia de señoras que guían una SUV a exceso de velocidad para llevar a sus hijos al colegio.

¿Es ahora Shakira mejor que antes? Eso es algo que hay que discutir poco a poco con toda la honestidad del mundo, pero en esta ocasión quiero hacerlo de una forma más íntima porque llevo más de la mitad de mi vida escuchando a esta talentosísima mujer.

Querida Shaka, tenemos que hablar… Estoy seguro de que me conoces, pues en el año 2010 -haciendo alusión a una de tus famosas canciones- te dije por Twitter que “quizás las moscas en la casa eran porque no sabías botar la basura sin la ayuda de un hombre”, y me respondiste con un frío block; no te preocupes, he madurado y ya no soy el mismo de antes.

De hecho, ahora pongo la misma canción como protesta cada vez que mi esposa me dice un martes que “va a hacer asopao de pollo porque está cansá”. Shaka, te digo así de cariño desde el día en que -en son de broma- le conté a mi hija la valiosa lección de la canción “Se quiere, se mata” mientras le mostraba la libreta de ASUME; así que sin que me quede na’ en el pecho tengo que decirte que eres una de mis artistas favoritas desde que estaba en séptimo grado.

Shaka, yo llegaba despechado del colegio (la nena que me gustaba me miraba con la misma pena que tú a un niño africano bailando en ‘Waka Waka’) para ver tus videos que pasaban en el canal Siete y llevar al límite el volumen del pequeño televisor blanco y negro que había en mi cuarto de Caobos. Nunca te miré con ojos lujuriosos -a pesar de que era un hormonal adolescente que a veces buscaba inspiración en las TeVe Guía- pues parecías una de esas chicas que se levantan a las nueve de la mañana apurás para hacer diligencias y se van pa’ la calle sin bañarse ni sacarse las lagañas. Pude ventilar mis emociones escuchando tus confusas coplas, que a veces gritaban ira, algunas desamor, otras resentimiento y tenían el peculiar feeling de una joven pasional que no teme mostrar lo que grita su corazón.

Mana, en ese primer disco mis amistades de Santísima Trinidad hablaban mucho de ti, de esta chamaca que sonaba cabrón y que podía narrar historias como Ricardo Arjona; yo creo que tú tienes el espíritu de esa gente como Bad Bunny: el público los quiere porque los siente como unos primos con los que se identifica. Nada, Shaka, te escribo porque leí el artículo titulado que “Te avergüenzas de tus viejas canciones”, donde hablas de tus exagerados gemidos en los temas y que prefieres tus nuevas canciones. Ajá, no fue que te measte sobre tus antiguas letras, sino que no te gusta el sonido de tu antiguo repertorio, pero tengo algo que decirte, mameh: estás totalmente equivocada. Ni tu mejor canción actual supera el tema más porquería de tus primeros dos discos, incluyendo a “Ojos así”.

Como diría Kendo Kaponi: “atiéndeme bien, que tengo algo que decirte”. Artísticamente, tú eres una de las mayores desilusiones de la música. Los primeros discos de muchos cantantes siempre tienen una magia especial; en el ciclo natural de la industria, esos álbumes iniciales tienen la esencia natural del artista: es su presentación y su más cercana evolución. Con el pasar del tiempo el negocio se apodera del arte, y luego “lo que funciona” vence la chulería de CREAR pa’ ser un gran obrero del arte. En estos tiempos pocos tienen el talento pa’ hacer cosas cabronas, so, cuando alguien “la tiene” y pichea por seguir la corriente, en verdad es decepcionante.

Después del MTV Unplugged (2001), al año siguiente decidiste entrar al mercado estadounidense con el disco -cuyo título hace un homenaje a las mexicanas que cruzan la frontera- “Laundry Service”. Mi esposa, quien te tiene un altar en la coqueta donde hay fotos de su hijo y sus sobrinos, asegura que este fue tu último buen álbum, aunque yo difiera de ella, pues la única canción del CD que tiene sentimiento es “Underneath your clothes”.

Luego zumbaste “Fijación oral, Vol. 1″, al que solo le dieron PLAY tus más fieles seguidoras, y que solo tiene una línea memorable con la canción “No”, donde dices que “no se puede vivir con tanto veneno”, misma línea en que no fuiste honesta, pues tú sabes que el veneno es el oxígeno de nosotros los rencorosos. Shaka, a ti te gusta jugar con la mente de tu leal fanaticada, pues en ese mismo álbum tiraste “Día de enero” para darnos un ‘taste’ de tu flow viejito, ese que tanto nos gusta y envicia. Continuaste en “Oral Fixation, Vol. 2″ tu obsesión por el idioma inglés y pertenecer al ‘mainstream’ con canciones repetidas, porque los números emborrachan a los artistas, y prefieren seguir la corriente y dar una versión diluida para ser aceptados por muchos, que mostrar su más puro talento a aquellos que sí saben apreciar el arte. Mameh, yo sé que el dinero es bueno -a mí me encanta-, pero creo que primero hay que ser leal al arte que te hizo ganarlo.

No me malinterpretes, tú éxito se disparó con tus decisiones, y conquistaste a los sosos gringos, empezaste a tirar canciones como “Loca”, donde hacías apropiación cultural imitando el acento de las señoras que trabajan en las casas de Montehiedra y tampoco te salió de los ovarios pautar a Ñejo. Esas rolitas merenguiás sonaron bastante en las barras, pero pa’ ese tiempo ya no emocionabas tanto a tus pacientes ‘fanes’ porque tirabas una porquería tras otra, aunque calculadoramente lanzaste el tema “Sale el sol” y “Antes de las seis” para dejarlos con un ápice de esperanza.

En ese 2010 tu sed de pertenecer hizo que te negaras a ti misma y hasta te lavaras tus conocidos pies descalzos para lucir más estilizada ante la farándula del mercado más estético del mundo. Ya eras un producto más, otra artista que llega al tope siendo lo opuesto a lo que comenzó, y que luego iba a trabajar, no pa’ traer algo nuevo a la mesa, sino para mantenerse relevante en las tendencias del inestable POP.

Shaka, tú eras guitarra y sentimiento, tu voz cargaba el dolor de un corazón roto; tú representabas el coraje de una mujer que está bien encabroná con el pendejo que no la valoró. Luego hiciste “Loba”, más alante empezaste a cantar sobre barbitas y estupideces, fuiste la copywriter de los captions de muchas basic bitches que se endeudan para tirarse una foto con un flying dress en Santorini, y hasta Kany García y Paquita La Del Barrio estaban paLtiendo el lápiz mejor que tú.

Llegaste a los millones, tuviste una familia, demostraste que podías alcanzar todas tus metas, pero nos tuviste en expectativa por un montón de años esperando una gran producción donde veríamos una madura Shaka dejando su corazón en el papel. Nada de eso pasó, de hecho empeoró porque decidiste hacer “La bicicleta” con Carlos Vives, y hasta reggaetones flojísimos con Ozuna y Nicky Jam, a la misma vez que le metías a los bailes ridículos esos que siempre has hecho. Sí, mameh, porque tú te crees que el reggaetón, los ritmos árabes y la bachata se bailan de la misma forma meneando las caderas a tu propio paso. Eso no funciona así, amiguita.

Pasaron muchos años -desde el 2017 no sacabas nada inédito-, tuviste un duro divorcio, y tus fieles fanáticas dijeron “ahora es que se va a prender esta pendejá”. Regresaste a la escena musical con una tiraera a tu exmarido Gerard Piqué, que pegó en la madre, y que le levantó la moral a todas esas cuarentonas y treintañeras que llevan años soñando con la reivindicación de su campeona con talones curtidos. El momento era ahora… finalmente el mundo estaba ante la Shakira que hace dos décadas querían ver.

Shaka, el escenario era perfecto: tú vendrías con el bolígrafo como cuchillo para rajar en ciento veinte cantos al imbécil de Piqué, como una vez lo hiciste con Osvaldito, el de Puerto Rico en tu mejor álbum. Ya lo has tenido todo, el dinero no te falta (excepto el que le debes a España por no llenar planillas), eres una artista realizada y solo te pedíamos un último gran disco… pero zumbaste otro pastelillo. Cuando vi que eso empezó con Cardi B tuve el mismo sentimiento de desesperanza que Robert Fantacuca cuando fue a trabajar el 15 de febrero a La Mega, y al ver que nadie llegaba al turno, comprendió que era cierto que sus compañeros habían renunciado.

Mi santa, tengo que decirte esto: ya nos rendimos contigo. Aunque me duela en el alma, esperar que vuelvas a tu mejor versión es igual que tener fe en Eddie Dee- mi rapero favorito- pa’ que zumbe “El Diario”. Crecer es dejar ir, y aunque te deseo lo mejor, hasta hoy tuve fe en ti, Shaka.

Sé que pa’ jodernos tiraste temazos como “Última” y “Cómo dónde y cuándo” en “Las mujeres ya no lloran”, pero no somos pendejos y sabemos que lo hiciste para jugar con nuestra psiquis, pa’ seguir dándonos esperanzas en ti como una típica manipuladora maltratante. Adiós, Shaka, y gracias -solamente- por tus primeros dos discos.

Coro, si quieres escuchar a la gente que cargan con el verdadero veneno, tienes que escuchar Siempre es Lunes, un podcast bien irresponsable pa’ empezar la sabrosa semana.

Siempre es Lunes
Siempre es Lunes

PD: No quería decirlo, pero mi hermano ponceño Ñejo me pagó por este escrito porque él aún no le perdona que no lo haya pauta’o en “Loca”, y sí lo haya hecho con una plasta llamada El Cata. Al terminar de leer esta columna, mi esposa me dijo que iba a hacer asopao de pollo… no porque estaba cansá, sino solo por joder y para hacerle homenaje a su ídola Shakira.

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