Opinión

¿Por qué la música mexicana se quedó con Pe Erre?

Cuatreros, bájense de sus caballos y quítense el sombrero, que la clase de Tío va a comenzar

Cabalgata
Cabalgata

Llegó Míster Zeta -el mismo que tiene más historias que un panty de Sonya Cortés-, para darles la lectura dominical, antes de que se vayan a fornicar, fumar yerba sin licencia y entregarse al pecado durante la Semana Santa.

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Sobrinitos, hace cuatro años las cosas eran bien diferentes: estábamos en cuarentena, Titi Wanda no quería que saliéramos ni a hacer ejercicios, el regañón discurso woke -con su “inequívoca” vara moral y su obsesión con estar “del lado correcto de la historia”- era el ‘trend’ que seguían los medios; DJ Yamil y DJ Cucaracha nos hacían el encierro más llevadero con sus ‘lives’ de perreos, y el llorón de Pedro Julio quería censurar la opinión de los demás, mientras cobraba en el municipio por politiquear en las redes. Hace cuatro años el planeta entero se detuvo… todo frenó, absolutamente todo, menos el reggaetón.

A pocas semanas del ‘lock out’, Bad Bunny lanzó el álbum “Las que no iban a salir”, y otros reguetoneros no dejaron de zumbar nuevas canciones, a diferencia de muchos artistas que se limitaron a dar conciertos berreando en un sofá con el hashtag #QuédateEnCasa. Las vacunas llegaron, Titi Wanda -que siempre tenía las raíces ‘on point’ y ya estaba borracha de poder- tuvo que abrir un poco las restricciones del aislamiento impuesto, el mundo comenzó a ponerse en marcha y Pedro Julio estaba libre para ir a las fugas de “la high” a buscar jevitos nuevos… cuatro años después estamos aquí: hastiados del reggaetón, escuchando música con relevancia efímera, saturados de las cabr0pat*rías de Bad Bunny, y esperando que Dios obre de maneras misteriosas para que Villano Antillano tenga otro palo 😉.

Las cosas cambiaron, se vino la ola chingona, y hace unos días se anunció los conciertos de Christian Nodal -quien usa el mismo size de calzoncillos de Nelson de la Rosa- y del periquero de Carín León, los boris se montaron en el ‘hype’, y tal como hicieron en el 2009 con Aventura -que sin saber quienes eran le hicieron un récord en el Choli-, acaban de desatar una nueva vuelta de fanáticos. Desde hace un tiempo en Pe Erre lleva cocinándose un gusto por el género regional mexicano, especialmente en los pueblos de la montaña.

Como ustedes saben, mi esposa es de Morovis, así que ella disfruta de cosas nacas como los tacos al pastor, el olor a yegua bañada, y las canciones rancheras. Creía que mi esposa era rarita -aunque lo sigo pensando- pero no fue hasta mis visitas a “la isla menos” y pueblos cercanos como Orocovis, Vega Baja y Vega Alta, que me percaté lo mucho que este tipo de música ha calado en el corazón boricua. Yo sé que quizás usted -al igual que yo- piensa que esto es música para cuatreros y varones que llevan a la amante a comer carne frita, pero no subestime lo que pueden hacer los puertorriqueños cuando se enchulan de un nuevo género.¿Ustedes se acuerdan cuando hacíamos resistencia cultural durante las transmisiones de los Premios Billboard, justo en el momento en que las bandas chaluperas daban sus ‘performances’? ¿Se olvidaron cuando discutíamos en Twitter con mexicanos por hacer chistes sobre La Arrolladora Banda El Limón? ¿Recuerdan cuando nos parábamos de la silla para ir a orinar, pues eso era lo que esa música provocaba en nuestros cuerpos? Tengo algo que decirle, corillo: yo creo hace tiempo los mexicanos nos quieren joder, y tengo una teoría que les voy a contar más abajo.

El reggaetón llevaba tanto tiempo en la cima -internacionalmente explotó en el 2004 con “La Gasolina”, y en el 2019 “Despacito” dio el último amarre para que el género fuera incuestionablemente respetado-, pero como le pasa a todo lo POP, se vuelve monótono. Hasta el 2022 ningún otro ritmo pudo superar al reggaetón, hasta que sin que nadie lo viera venir, un Peso Pluma -cuyo look no parece el de un tipo que ordeña vacas, sino que luce el flow de titerito que roba catalíticos-, llegó con la gracia de un avestruz y comenzó a pellizcarle las patas al Conejo.

Los mexicanos -con sus ciento treinta y ocho subgéneros y sus millones de habitantes- poco tardaron en dispersar su música, eso era para que hace rato estuviesen como Gremlins jartándose en un ‘salad bar’ de Bonanza. Algunos piensan que to’ este follón con los artistas mexicanos viene desde el gordito buchón de Carín, o con Nodal -que pocos saben que fue el protagonista de la película “El Frijoles”, una versión mexicana de Chucky-, pero la música taqueña lleva un montón de tiempo pululando en los oídos boricuas.

Cuando yo era niño -para ese entonces Sandra Zaiter era nuestra versión de Xavier de los X Men andando en la silla de ruedas escoltá por un pollito de seis pies como si fuera Bestia- en la televisión aparecían anuncios de un grupo musical llamado “Los Bukis”, liderados por Marco Antonio Solis, un señor con aspecto de Jesucristo norteño. Esos anuncios se volvieron un chiste porque nadie escuchaba esa música de gente extranjera que tenía la tez humilde y los talones curtíos, pero sin que nos diéramos cuenta, esas mismas canciones se iban propagando gracias a un factor: el famoso merengue de los noventa. Muchas canciones mexicanas las hicieron en covers en merengue porque por alguna razón, tú coges la letra y melodía de una canción mexicana, la montas en ese ritmo y cae perfecta; algo similar le ocurre a las baladas que componía Omar Alfanno cuando las traducen a la salsa.

La música mexicana se nos coló en temas de Manny Manuel, y Marco Antonio -con los hermosos cabellos lacios de ébano que Jonathan Lebrón siempre quiso tener en su chola- se convirtió en el compositor principal de la prima favorita de Pe Erre pa’ los noventa: Olga Tañón. Yo sé que muchos de ustedes son muy jóvenes para recordar -y tiempos antes de que el señor Bunny le produjera un álbum a Tommy Torres pa’ cruzar géneros- Olga hizo un brinco del merengue de malecón a cantar baladas escritas por El Buki. Ah, deja decir un dato: ese disco fue un PALO. De hecho, nuestras tías aún cantan “Basta ya” con lágrimas en los ojos durante las fiestas familiares, recordando los tiempos en que tenían sexo con hombres casados.

Por mucho tiempo las rolas mexicanas sonaban en las barras del campo, de esos pueblos verdosamente lejanos donde el despecho y “el chichaíto” saben diferente; y como si fuera una revolución Castrista formándose en lo profundo de La Sierra Maestra para llegar a La Habana, el ritmo poco a poco fue esparciéndose por toda nuestra Cordillera Central hasta regarse por toda la isla, y finalmente envenenar el área metro.

La música mexicana -que al igual que la gastronomía de ese país, siempre tiene los mismos ingredientes y solo cambia el nombre del plato- por muchos años han sido parte de los entierros en pueblos con gente mellá, y ahora en la ciudad las hembras las cantan a viva voz para intentar matar el poco amor que le queda hacia el cabrón que les rompió el corazón. Antes decían que no cualquiera bailaba en nuestro rancho, pero el mundo está cambiando, así que no nos quedó más remedio que abrirle el portón a los mexicanos.

¿Ustedes quieren saber por qué la música mexicana funciona? Como musicólogo no graduado, tengo que decir que quien domina el mercado es la mujer, entonces esa música tiene el despecho que aman las hembras que adoran pararse frente a un karaoke para dejar su alma cantando borrachas. La música mexicana tiene feromonas, y como diría Wisin: “eso me huele a dinero”.

Si se han dado cuenta, a nosotros no nos conquistaron con el ritmo norteño de treinta cabrones con cuerpos de habichuelas con botas, bailando como desalmados, usando saxofones y un acordeón, sino que lentamente se fueron colando en baladas, porque no hay nada más pasional que un mexicano herido y un boricua cualquier día. La música mexicana es dolor, ira y ganas de estar borracho, y todos sabemos que tenemos esos mismos sentimientos un martes en el tapón.

No hay más na’ que decir, esa música llegó para quedarse. ¿Les dije arriba que “creía” que tenía una teoría de que los mexicanos nos querían joder? Pues, en notas conspiranoicas, yo creo que México la emprendió contra nosotros hace años, y su plan es humillarnos en todas las facetas desde la década del noventa: música, boxeo, novelas, memes en los dosmiles y ahora Lupillo emprendiéndola contra Maripily en La Casa de los Famosos. ¿Saben por qué pasó todo esto? Todo es por culpa de haberle arrebatado a su Sol; al final, nos conquistaron con su música, pero le guste o no a los mexicanos, Luis Miguel nació aquí y eso nadie nos lo quita… y somos tan benévolos con ellos que le regalamos al Guaynaa. 🦍✏️

Coro, si quieres vacilar sin filtro con los temas que pasan en Pe Erre, tienes que darle PLAY a mi podcast La Hora Mach0rra, un ‘safe space’ donde no se permiten personas que ignoran a los urólogos y creen que hay treinta y pico de géneros. 🤫

LHM
La hora machorra

PD: Si algún Pedro Julio se ofendió por lo escrito, que no se ponga chismito y empiece a llamar al periódico pa’ lloriquear y dar quejas. Ya ese llantén no funciona, como lo era hace cuatro años atrás. Ah, y como diría Héctor El Father: “Jajajaja”. Bobolón.

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