El es Derek Redmond.

En las olimpiadas de Barcelona 1992, el competía por Gran Bretaña y estaba en la semifinal de los 400 metros, cuando sufrió una aparatosa lesión que no le permitió terminar la carrera.

Su papá invadió la pista para ayudarlo a terminar la carrera porque el quería hacerlo, robándose los aplausos de todo el estadio.
De aquel momento, hasta hoy, han pasado 24 años y todavía el mundo se inspira con esta historia.
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