“…Desde pequeño quería ser beisbolista, no llegué.
Así que aprendí a batear hits por encima de una pista…”
La canción René, interpretada por el artista René Pérez Joglar o Residente, no solo nos narra algunas de las vicisitudes y angustias experimentadas durante su vida. Su video y contenido nos presentan, además, un paisaje común dentro de la geografía deportiva de Puerto Rico y parte del Caribe: el parque de pelota. Es en ese espacio donde René recuerda y recrea sus memorias de infancia y juventud en su natal pueblo de Trujillo Alto.
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La exposición de su lado humano vulnerable obliga al protagonista del video a regresar a un espacio que asocia con alegrías. Es el parque de pelota ese lugar en el cual en algún momento jugó, cuando tuvo aspiraciones de convertirse en atleta, pero también es el entorno donde participaba de la vida en comunidad junto a familiares y amigos del barrio. Para René, era el parque de júbilo y complicidades solidarias hasta que asesinaron a uno de sus amigos.
“Me críe con Christopher, mi pana. Tiramos piedras juntos, rompimos un par de ventanas. Corríamos por la calle sin camiseta en las parcelas de Trujillo, cuesta abajo en bicicleta. La bici encima del barro, con un vaso de plástico en la goma pa’ que suene como un carro. Recargábamos batería con malta India y pan con ajo, nadie nos detenía. Éramos inseparables hasta que un día lo mataron entre cuatro policías”, dice el artista en la canción.
“Mi alegría sigue rota, se apagaron las luces en el parque de pelota”, añade.
Es ese parque de recuerdos el que hoy día está vacío como resultado de las medidas que promueven el distanciamiento físico que buscan mitigar el impacto del COVID-19. Sin embargo, la pausa en la actividad deportiva no ha impedido que la discusión sobre estos eventos atléticos continúe. La idea de que eventualmente regresaremos a la cancha, el parque y otros espacios de confraternización nos brinda esperanza, a pesar de la incertidumbre que en ocasiones experimentamos desde que el virus fue declarado como pandemia.
No es poco común rememorar momentos de infancia y juventud integrando un mapa mental de aquellos espacios y lugares que jugaron un rol importante en la formación de uno como persona. En el contexto de la geografía cultural de Puerto Rico, el parque de pelota y la cancha comunitaria de baloncesto forman parte de esos espacios de memoria que sobresalen en los ejercicios de retrospección de muchos hombres adultos. Son entornos que también pueden tornarse violentos, cuando la sociedad los valida como escenarios en los cuales se “enseñan” y aprenden aquellos ritos y representaciones asociadas a la masculinidad hegemónica.
“Las peleas con mi padrastro cuando perdía el control. Las resolvía con él viendo un partido de béisbol. Me invitó a pelear un par de veces. Me escapé de casa un par de veces”, narra Residente en René. En la geografía se discute el concepto de región vernacular para identificar las formas y símbolos que personas y grupos utilizan para otorgar un sentido de pertenencia a aquellos lugares con los cuales tienen vínculos y forjan experiencias. Para muchas personas, hablar del Caribe como región vernacular es hacer referencia al béisbol como un componente de su geografía cultural. Es pensar en ese paisaje de parques comunitarios y estadios municipales en diversas localidades de Puerto Rico, República Dominicana, Cuba, el norte de América del Sur, América Central, la región yucateca de México y hasta comunidades en el sur de Florida en los Estados Unidos.
Trujillo Alto forma parte de esa región vernacular caribeña representada con parques de pelota. Más
allá del idioma español que utiliza René Pérez para comunicar sus experiencias, el beisbol constituye ese
vernáculo alrededor del cual se forjan identidades y memorias.
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Como parte del video musical, la mesa en la cual almorzaba junto a sus hermanos es colocada de manera céntrica en el parque de pelota. Una recreación de un cumpleaños de su infancia igualmente ubica la mesa del bizcocho y decoraciones en una esquina del mismo lugar recreativo. Asimismo, un montaje de imágenes con recuerdos sobre su vida aparece en una mesa encerrada en el dugout del parque, sugiriendo así que es ese espacio deportivo el custodio de aquellas experiencias que aportaron a su desarrollo como persona, aun en sus momentos de desilusión y dolor.
“Quiero quedarme allí, no quiero salir de allí. Quiero volver a cuando no me dejaban entrar porque me vestía mal. Quiero volver a sentir, a cuando no tenía que fingir. Yo quiero volver a ser yo””, reflexiona el cantante.
El deseo de René de no querer “salir de allí” lo lleva también a recordar la inocencia que también formó parte de su pasado en ese lugar recreativo tan especial. Es en esa instancia cuando en el video el cantante deja caer una botella de ron y camina para abrazar a su hijo Milo, quien, al igual que él, vestía un uniforme de béisbol con el número 21 de Roberto Clemente.
Así como Rubén Blades declara en su famosa canción que “todos vuelven”, René hace una invitación a regresar al parque, pero sin necesariamente referirse a acudir físicamente al lugar. Más bien, la voz protagónica en René exhorta a recordar el parque como el escenario en el cual, la mezcla de experiencias de hermandad, júbilo, violencias y confusiones, permitieron explorar su personalidad, con sus virtudes y defectos.
En Puerto Rico, las instalaciones recreativas y deportivas son lugares de ocio, pero también son espacios de encuentro y entornos donde se hace comunidad y se forjan las geografías de la memoria. Aunque ahora estemos en cuarentena y permaneciendo más tiempo en nuestras casas debido al COVID-19, el parque de pelota sigue ocupando el mismo espacio. Su estructura aguarda por nuestro retorno para forjar nuevas experiencias y solidaridades comunitarias.
(Nota del editor: El autor es profesor en el Departamento de Geografía en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico)