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Jóvenes agentes de cambio: Una generación que no se deja

Como uno de los propulsores del lema “Somos la generación que no se deja”, Bad Bunny asignó a Metro explorar la visión de los jóvenes en tiempos de crisis

Las crisis económicas, climáticas y políticas del mundo llevaron a nuevas generaciones a cuestionar el establecimiento social. Desde tomarse las calles hasta la fundación de movimientos, los jóvenes asumieron un rol participativo en mejorar sus condiciones de vida.

Bajo el emblema de la “generación que no se deja” que nació durante las protestas del verano de 2019 en Puerto Rico y llevaron a la renuncia del entonces gobernador, Ricardo Rosselló, no sólo dio nombre a la movilización sino a luchas desde diferentes trincheras.

Para la activista climática Isabel Valentín, de 17 años, los jóvenes exigen un presente habitable. Valentín es miembro del Movimiento Juvenil por la Justicia Climática de Puerto Rico que busca ayudar y educar a comunidades afectadas por fenómenos climáticos. Aspira a convertirse en abogada ambiental en la Universidad Estatal de Nueva York.

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“Mi meta es reducir el daño. Hay pólizas que están nublando la existencia de personas indígenas, negras y pobres, aunque son un reflejo de un sistema capitalista y racial aún pueden ser modificadas para que los integren”, dijo Valentín, quien aseguró que para que estas comunidades tengan mejor calidad de vida hay que “revolucionar” el sistema.

“Se dice que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. El primer paso para educar a la sociedad sobre todo el daño que hemos sufrido a manos externas es educarnos sobre nuestra historia”, aseveró la joven activista.

Esa misma intención de educar es lo que motiva a Anna Margarita Meléndez Cuevas, quien usa espacios alternativos para darle a jóvenes herramientas que puedan cambiar la manera en que perciben el mundo y ayudarlos a organizar cómo se ven en el activismo.

La cofundadora de Caribana Coop, una cooperativa de trabajo asociado en Puerto Rico que repiensa el aprendizaje colectivo, aseguró que “estas juventudes se están dando cuenta que hay otras maneras en que podríamos estar viviendo dentro de un país tan rico como el que tenemos”. Para esta educadora de 28 años, lo que motiva a la juventud son “esas ganas de decir, yo existo, yo estoy aquí y no quiero irme a ningún lado”.

A esto se suma la influencia cultural. Glorimarie Matias Rivera, de 20 años, es voluntaria de la organización Ciudad Museo, que busca rehabilitar espacios abandonados en Puerto Rico a través del arte urbano. Allí adquirió perspectiva sobre los alcances que puede tener su voz en diferentes conversaciones. La también vicepresidenta de una organización universitaria dedicada a desarrollar liderazgo juvenil hizo voluntariado en Perú de cuya experiencia busca ser portavoz.

 

Lo que la motiva es “no quedarme conforme con lo que conozco, sino seguir creciendo”, pues “todas estas situaciones (de crisis) frustran a los jóvenes que queremos un cambio y estamos poco a poco tratando de contribuir”.

Con el mundo en un momento crítico por la pandemia, Matias Rivera cree en que la motivación de los colectivos jóvenes no va a parar, pues buscan tener voz y demostrar que “todos somos parte del yo no me dejo”.

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