¿¡Politiqué!?

Conversaciones con Chi Wai III: Endgame

Una columna que empezó en 2012. Síp, en 2012. Un profesor, escritor y actor habla con su panita Chi Wai sobre las elecciones en Puerto Rico.

carpio

 

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WARNING: Artículo largo ahead…

En 2012, publiqué en la página 80 Grados un resumen de conversaciones que tenía con un querido amigo, de nombre Chi Wai, sobre temas de política local, en el contexto eleccionario. En 2016, publiqué la segunda parte de esas conversaciones y ahora me toca ir por la vencida. En esta ocasión, mi interlocutor ha cambiado, ya que Chi Wai, mi amigo querido, falleció de un infarto semana y pico luego de la victoria de Ricky, como sumando horrores.

Antes de pasar a lo que me inquieta ahora, resumo los artículos anteriores.

En el primer ensayo defendía la idea del “voto útil”, ese que no es ni perfecto ni agradable, pero que nos libró de un segundo término de Fortuño y, Dios mediante, rescatará a la especie humana de un segundo término de Trump. Al día de hoy no entiendo cómo a nadie le pueda molestar esta idea, al margen de fanatismos y adoctrinamiento. Parto de la premisa de que votar no es una actividad de libre expresión, sino una acción que considera, entre otras cosas, que el mundo real existe.

Por ejemplo, existen millones de puertorriqueños que no conozco. Además, existen los dos partidos hegemónicos, indistintamente de mi opinión sobre ellos. Incluso dentro de estos partidos coexisten distintas ideologías, algunas de ellas peores y más dañinas que otras. Alguna gente, al maldito sol del maldito día de hoy, entiende que el corazón y la pureza deben guiar la mano a marcar la trapo de papeleta; yo me hago eco de quienes proponen que esta minúscula marquita debe considerar que: 1) el mundo real existe y va más allá de la burbuja de los círculos personales y 2) si bien mi privilegio de clase no se ve demasiado afectado si gana el ala más visceral del neoliberalismo salvaje, decenas, quizás cientos de miles de personas vivirán vidas más jodidas. A este punto, la norma en la isla es calificar esta postura con el término “melonismo”, expresión mordida de alguien que ama la isla en un sentido filosófico, pero no se preocupa demasiado por el bienestar inmediato de los sujetos que la pueblan.

En el segundo ensayo le proponía a Chi Wai que, bajo las circunstancias obscenamente coloniales de la Junta de Control Fiscal, no importaba mucho quién ganara, por lo que en esa ocasión me decidía a votar “con el corazón” por el PPT, además de que la diferencia entre las posiciones políticas de Bernier y Ricky a la larga no eran ni tan marcadas. El peor error de esa propuesta (tiene varios) fue concluir que la Legislatura y el Ejecutivo blandirían menos poder del que en efecto gozaron. Quizás hice una mala lectura de PROMESA o quizás su función de facto resultó menos castrante que lo que se establecía de jure, pero los dos aciertos y nueve mil barrabasadas de Rosselló-Vázquez tuvieron mucho más protagonismo de lo que pensé que tendrían. De otra parte, me reafirmo en el punto de que la brecha entre Fortuño y Agapito se extiende bastante más que la de Bernier y Ricky (algo medible y cuantificable). El contraargumento de que “todos son iguales” tiene a su favor la conveniencia y a su desfavor la falsedad.

Chi Wai no está con nosotros, por lo que muchas de estas conversaciones ahora son internas. Lo que sigue es una larga y tediosa conversación conmigo mismo con la cual intento contestar la siguiente pregunta: “¿por qué a la fecha de hoy todavía no estoy seguro de por quién voy a votar?”. Sostengo que como único debo votar es de acuerdo con un análisis de los posibles resultados (“voto útil”), pero reconociendo que las circunstancias de estas elecciones no son las mismas que las de 2012 o 2016.

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Pierluisi, el Malo

Estoy seguro de que no voy a votar por Pierluisi. De hecho, esa es mi única convicción eleccionaria concreta en 2020, por si alguien quiere despachar este artículo con prisa. De mi parte, eso es todo: lo que sea menos Pierluisi. Si el lector está claro de que una victoria de Pierluisi es, por mucho, lo peor que le puede pasar a la isla, quizás deba brincar esta sección.

Las primarias penepés complicaron el panorama. Si hubiese ganado Wanda Vázquez, mi decisión era fácil: votaba por Dalmau (quien no es “el mejor” candidato, sino el único más o menos decente) a pesar de su derrota segura, porque las posturas de Wanda, Charlie y Lúgaro no son muy distintas (me refiero a lo que los independentistas llaman “la administración de la colonia”, no a temas de estatus). A conveniencia aunamos o desunimos las posturas de un candidato con las de su partido, pero existen diferencias formales (aunque no sean inmensas) dentro de los partidos: Yulín y Natal the First no recorren la misma senda de Hernández Mayoral; Ricky y Fortuño soñarán con la anexión, pero se relacionan con “la administración de la colonia” de manera distinta.

Vivimos en la era del call-out. Antes de que se devele el “hecho” de que soy estadista, popular, cínico, post-lugaroide, contratransfóbico, seudonacionalista, senderoluminosista, neoantirracista, comunista, casi evangélico, traidor de la patria, lector de libros de Lalo, macharrán argentino, chavista, bossanovero, fan de badminton, dejador de crayolazos en bowls de inodoros, hincha de los Islanders, mal rapero fristailer de after-hours, hermano putativo de Mikephilippe, calcador de tostadoras de Ismo, fumador de Marlboro Light josiao’s y todo lo peor que exista, pido que se consideren mis premisas:

1a. El PNP es el partido más grande de la isla.

2a. Indistintamente de si el PNP está dividido o no, cabe la posibilidad de que el PNP gane este noviembre.

3a. El candidato del PNP es Pedro Pierluisi. Pierluisi representa las políticas de austeridad salvaje más terribles del panorama político de la isla. Más allá de la corrupción sata de robar minucias bajo la mesa, Pierluisi propondrá políticas de extrema austeridad y su trayectoria como lugarteniente de Fortuño, abogado de la Junta y cabildero de los grandes intereses lo señalan.

4a. Las políticas de austeridad de un Pierluisi le harán daño a los más vulnerables de la isla. La posibilidad de este daño real vale más que consignas y dogmas como “combatamos el bipartidismo”. Valoro estas consignas, pero reconozco su carácter secundario. No reconocerlo acusa fanatismo o escapismo o, peor, la ceguera que acompaña al privilegio de clase.

5a. De entre todas las posibilidades, evitar un segundo término del fortuñismo debe ser la meta.

Ahora, premisas de segundo orden:

1b. Los votantes puertorriqueños no son mis 5,000 contactos de Facebook y ya.

2b. Releer punto 2a con consideración.

3b. Si en vez de Pierluisi, la candidata del PNP hubiese sido Wanda Vázquez (hasta el mismo Ricky resucitado), no vería la amenaza como algo tan grave.

4b. Esto no significa para nada que los antídotos sean admirables. De hecho, en temas de políticas de identidad, Charlie se las ha arreglado para quedar como un villano peor que Pierluisi.

5b. Todo parece indicar que, dentro de la situación incómoda tipo espada-pared en la que nos encontramos, quienes único pueden vencer a Pierluisi son Charlie y (con mucho trabajo y una buena dosis de suerte) Lúgaro. Ver punto 1b.

Permítaseme ahora un recuerdo de infancia…

Una vez, hace más de tres décadas, la vida me ofreció una gran lección. En una, nos quedamos sin carro y acompañé a mi madre a ver carros usados. Yo me enamoré de un convertible azul y traté de convencer a mami de que esa era la mejor opción. Terminamos con un station wagon Dodge color violeta, sin aire acondicionado y con el techo desbaratado. El convertible azul era mil veces mejor, claro, pero en esa ocasión no contábamos con los activos suficientes para comprarlo.

Consignas y dogmas aparte, ¿está tan mal hacer todo lo posible para que no gane Pierluisi? ¿Es “derrotista” y “cabizbajo” reconocer que no todos los millones de puertorriqueños entienden la vida como uno?

No sé cuántas moralejas necesita alguna gente, pero la decisión de elegir “el menos malo” resulta más obvia en el caso de Biden-Trump. Quien haya estado siguiendo de cerca las políticas ambientales de Trump se habrá dado cuenta de que lo que está en juego es la mismísima supervivencia de la especie. No exagero yo. Chomsky llama a Trump “the worst criminal in History”: los nenes enjaulados, la creciente desigualdad, los bombardeos en África y Oriente, los guiños neonazis, el horroroso y homicida manejo de la pandemia… todo esto palidece ante la posibilidad de que la humanidad entera se destruya por los crímenes ambientales, continuados de manera estúpida por Obama, pero acelerados inmoralmente bajo Trump. Argumentar “pero Biden es racista y belicoso” es cierto, pero escalofriantemente miope.

Ahora mismo no pudimos llevarnos el convertible azul. Todos sabemos quién carga con la culpa, pero la realidad es que la opción de Sanders no se dio. Memes y dogmas aparte, con esto contamos y negarse a realizar un “assessment” de la situación solo ofrece ofuscaciones.

El poder del gobierno de Puerto Rico es minúsculo, comparado con el poder imperial, pero incluso posicionándonos en una perspectiva justa, con estas elecciones estamos ante un problema similar, si bien reducido a las proporciones de nuestra pequeñez. He intentado entender las objeciones de que “las elecciones de allá y acá son distintas” y ninguno se sostiene más allá de ajustar magnitudes.

Pierluisi es el lugarteniente de Fortuño (el gobernador más pernicioso que ha tenido la isla, otra de mis premisas). El New York Times sacó un reportaje investigativo sobre su esquema de enriquecimiento con fondos públicos (esquema legal, parece, porque la gente inteligente roba de manera inteligente); Pierluisi incluso se autoproclamó gobernador como pichoncito de dictador old-school, fue abogado de la Junta, cabildero de Satanás, etc. Votar por (usaré un ejemplo poco controversial) Eliezer para “combatir el bipartidismo” reconociendo la posibilidad de que gane Pierluisi es una intentona revolucionaria de puesto de gasolina.

Ya que el candidato del PNP es Pierluisi, lo lógico será votar en su contra si la persona que está en su contra tiene posibilidades de ganar. Yo gustosamente votaría hasta por Ricky Rosselló resucitado de entre los muertos si la opción fuese Pierluisi. Si viviese en el continente, más que gustosísimamente votaría por el racista, imperialista, antiobrero y posiblemente acosador sexual Joe Biden con tal de que Trump no ganase. Una cosa es ensuciarse las manos y otra es vivir en Lalalandia. Existen gringos que admiten la intención de votar por Howie Hawkins, el candidato del Partido Verde, porque tampoco quieren ensuciarse las manos.

Escribe Chomsky: “What the left should do is what it always should do: it should recognise that real politics is constant activism, in one form or another. Every couple of years something comes along called an election, you should take off a few minutes to decide if it’s worth voting against somebody, rarely for somebody. […] most of the time the question is ‘who do you vote against?’”[1]

Pero, pues, de las mentes más brillantes que conozco reclaman que “Hay que combatir el bipartidismo”, “El cambio va”, “Abre paso”, “Allahu Akbar”, “Santa María, Madre de Dios”, “WWG1WGA”, etc., etc.

Eliezer y el viejito homofóbico

Reconozco con vergüenza que no cuento con las herramientas para formalizar una crítica a la candidatura de Eliezer que no peque de mezquina. Eliezer se lanzaba como legislador y posiblemente ganaba. En el cuatrienio anterior, el desafiliado Vargas Vidot ganó más votos que cualquier otro candidato al Senado, incluidos los del PNPPD. ¿Qué pasó con esta lección de vida? No mucho. ¿Y qué sacamos, entonces, de la experiencia de Eliezer candidato? ¿Inclinar la balanza un poco hacia Pierluisi (en honor a “combatir el bipartidismo”) a cambio de un Facebook Live de comentario político inspirador? Como cualquier hijo de vecino, disfruto de la campechanía inteligente e incisiva de Eliezer, ¿pero qué se obtiene votando por él?

El viejito homofóbico, por supuesto, plantea un proyecto muy distinto del de Eliezer, ya que lo mueve el odio y una interpretación troglodita de la Biblia. En otra ocasión deberíamos discutir cuánta responsabilidad lleva gente como Jay Fonseca, quien les abre espacio a los componentes de Proyecto Dignidad en su enorme foro. No voy a perder el tiempo debatiendo sus ideas estúpidas. Prefiero entender la medida en que la candidatura del viejito homofóbico se parece a la de Eliezer, aunque sus posicionamientos políticos (por amor a Dios) mantengan una distancia anchurosa.

Nada, que en mi diálogo interno con el Chi Wai de mis recuerdos le enseño una imagen del PAP (el Partido Antibipartidista Puertorriqueño) con la que me topé en Facebook: las caras de todos los candidatos, con una cruz solo sobre Pierluisi y otra sobre Charlie. Aunque luego vi versiones mejoradas de la imagen, el principio es consistente: la noción despolitizada y acéfala de que “hay que combatir el bipartidismo a toda costa”. Aunque la alternativa sea el viejito homofóbico; aunque ese “combate” posibilite una victoria de Pierluisi.

La despolitización de estas discusiones me ha llegado a impresionar. Reconozco que hay una prioridad  dentro de mi círculo de amistades que no comparto: “combatir el bipartidimo”, a pesar de que el candidato “no bipartidista” sea igual o peor que los del bipartidismo. “Colaboras con el bipartidismo” es una variación de viejas manipulaciones tipo “¿no amas a tu patria?” o “¿eres antiamericano?”. No debe tomarse en serio, porque a grandes rasgos incluye al viejito homofóbico. Esa manipulación estuvo presente en la campaña de Lúgaro versión 2016, cuando la candidata propuso políticas virtualmente idénticas a las de los candidatos principales, cosa que le ganó el favor de miles de seguidores: hay —parece— quien lucha a muerte contra logos y colores, como si de una competencia de diseñadores gráficos se tratase.

¿Combatir el bipartidismo para qué? ¿Para tener las mismas políticas del penepepedé, pero con otros colores (me refiero a la Lúgaro del 2016)? ¿O para darle un voto a un cavernícola fundamentalista? ¿O —y esta es un poco más difícil— para darle el voto a alguien que sabemos a ciencia cierta que no va a ganar?

El que alguien no milite “en los partidos tradicionales” es una circunstancia cosmética si a la hora de tomar decisiones parte de las mismas premisas de los partidos tradicionales. El año pasado “sacamos a Ricky”, algo que no intentaría menospreciar; pero debe llegar el momento de considerar cuánto nos importan los logos y cuánto nos importan las posiciones ideológicas de los candidatos. Para no quedarnos igual o peor luego de nuestra “gesta revolucionaria pacífica”, como más o menos nos sucedió.

 

Lúgaro y Dalmau

Mi círculo de expresión electrónica cercano (mi Facebook), compuesto de gente entrenada para razonar que “las masas están ciegas y colonizadas”, considera votar estrictamente por Alexandra Lúgaro o Juan Dalmau.

No siento una admiración particular por ningún candidato, incluido Dalmau, pero advierto que él es el único que me parece más o menos tolerable, si la noción de “consistencia” está incluida en la noción de “tolerabilidad”.

Yo entiendo a quienes votarán por Dalmau, por tres razones:

  1. La primera es que Dalmau es guapísimo.
  2. La segunda es la siguiente: alguna gente valora la consistencia y Dalmau ha sido consistente. El profesor Pabón entiende la referencia a la trayectoria de Dalmau como “una suerte de pedigrí que se otorgan los independentistas desde sus posturas de superioridad moral”[2], pero también habría que ver el otro punto de vista: su contrincante por el antibipartidismo woke parece haber transformado toda su filosofía política en un espacio de tres años. El candidato pipiolo ha mantenido una postura política clara y a alguna gente eso la convence, considerando lo susceptibles que son los políticos a romper sus promesas de campaña cuando lo creen conveniente. De otra parte, si a millones de votantes (esas masas supuestamente “ciegas y colonizadas”) no les ha llegado el evangelio consistente de Dalmau, ese evangelio no podrá efectuar cambio alguno, por más consistente que haya sido.
  3. La tercera razón es la siguiente: para los seguidores de Dalmau la consigna política principal es alcanzar la independencia. A ellos les toca una fibra anímica profunda todo eso de contener la aceleración de la desigualdad y el empobrecimiento, pero no lo ven como la prioridad. Incluso Dalmau debe saber que muchos melones, justificadamente hartos por el desastre de candidato que ha demostrado ser Charlie, votarán por él y que esto podría entregarle la gobernación a Pierluisi. Esto no parece quitarle el sueño, porque su meta real es la independencia de la isla, y no necesariamente contener el aceleramiento de la desigualdad y el empobrecimiento que las políticas de Pierluisi acarrearán.

Conversar con mis amigos pipiolos (Chi Wai lo era a conveniencia) me resulta cuesta arriba a veces: su ideología casi religiosa incluye un salvador, un paraíso, un mito de la caída, profetas e infieles. Eso aparte, está más que claro (“en mi mente”, debo decir: recuerden que aquí transcribo un monólogo interno) que Dalmau no es solo “el mejor” sino el “único” candidato bueno de 2020. Cualquier penepé promedio (no me refiero a la escoria oligárquica vinculada a la derecha gusana panhispánica) se da cinco Coors Light (una bebida muy de penepés) y lo aceptaría. Me ha pasado: lo juro.

Ahora, un voto por la cara linda PIP del momento no ha resuelto nada desde la mismísima fundación del PIP. Invoco el espíritu de Chi Wai para formularle una pregunta majadera, de esas que uno lanza en la confianza de la amistad íntima: amigo mío, ¿podemos, sin ánimo de echar culpas, coincidir al menos en que el PIP está salao? No solo tienen al mejor, sino al único candidato más o menos decente y comoquiera los votantes prefieren literalmente cualquier otra cosa. Es una salaera épica. Y no puedo elaborar el punto, porque lo otro es echar culpas o concluir de manera obnubilada que “las masas están ciegas y colonizadas”.

Lo que me deja con Lúgaro, personaje complejo e interesantísimo ya que se puede asediar desde varios puntos de vista. Del saque, hay dos Lúgaros: la Lúgaro de 2016 y la Lúgaro de 2020 (ya sé que Johanna Rosaly dijo que el artículo antes de un nombre femenino es incorrecto, pero aquí estoy usándolo como determinante para distinguir dos personajes distintos). También existe Lúgaro como manifestación fantasmática colectiva: me refiero al personaje que han creado los lugaristas. La Lúgaro de sus seguidores, hay que admitir, muchas veces dista de la Lúgaro de 2016 y la de 2020: por ejemplo, en 2016 mis amigos lugaristas sostenían que su candidata no proponía lo de los despidos y privatizaciones (descubrí en esa ocasión que el fanatismo puede más que la evidencia). El personaje que crean los lugaristas es mucho menos interesante que la última manifestación de Lúgaro que señalo: la candidata del colectivo MVC.

Admiro el elegante esfuerzo que ha hecho el resto del MVC por mantenerse al margen de las pasadas propuestas neoliberales (tipo PPD-centrista) de Lúgaro 2016, considerando, sobre todo, el denuedo con que aquella vez las delataron. El intercambio ha dado frutos: Lúgaro les enseñó cómo usar los lives de Facebook y ellos le enseñaron que proponer despidos de empleados, privatizaciones y cierres de escuelas no procede. La primera pregunta del primer debate televisado, si recuerdan, versó precisamente sobre la actualización del sistema operativo de Lúgaro, de la versión 2016 a la versión 2020.

Imposible saber si se trata de una revelación robusta. En un plano personal, admito que me provoca curiosidad, con cero ánimo de ironizar, entender cómo se dio esa conversión, ya que la detestable visión de gobierno de Lúgaro 2016 provocó que aspirara a un cargo de gobierno en 2016; y si su ideología cambió del cielo a la tierra me pregunto qué tan preparada está con su crash course de “privatizar, despedir y cerrar no es la solución para el gobierno”. ¿Cambió fundamentalmente su manera de entender la cosa política en solo tres años? Con una mayoría de oposición en la Legislatura empujando para más austeridad, ¿quién me asegura a mí que los frutos de este aprendizaje relámpago prevalecerán? ¿No revertirá a sus posturas pre-Damasco por alguna razón? ¿Quién paga esta fianza? ¿El profesor Bernabe?

Ya pronto llega el 3 de noviembre, así que esta discusión tendrá que esperar. Sus posturas han cambiado (también, dicen ellos mismo, las de Pierluisi con respecto a la UPR y la de Charlie con respecto a la educación con Perspectiva de Género). Yo a la Lúgaro de 2020 la prefiero mil veces antes que a Pierluisi, pero mi dilema continúa siendo el mismo: ¿acaso tiene posibilidad de ganarle?

Delgado

Llegamos al candidato popular y, como promotor oficial de la postura del voto útil, se supone que a este punto me explique a mí mismo (esto es un monólogo, insisto) por qué todavía no me decido a votar por él.

Está difícil, desde el lado de acá, defender al “caballero de la política”. Incluso intento poner las cosas en perspectiva, para simplificarme la vida:

  1. Mucha gente siente una aversión (a mi ver, irracional) por su partido. Un gran amigo llamado Franz aborrecía a Natal cuando estaba afiliado al PPD, pero ahora alberga grandes esperanzas con respecto a su campaña. Otro amigo, llamado Lanz, le vomita a Yulín el mismo machismo que (dice él mismo) los antilugaristas le vomitan a Lúgaro; esto, porque Yulín corrió por el PPD. La explicación: el PPD es “el partido de la colonia” y something something sobre alguna puercada de Muñoz Marín hace 60 años. De manera no menos irracional, los seguidores de Trump proclaman que militan en “el partido de Lincoln”. Dogmas, clichés, ideas fijas, citas pegajosas… hasta memes… Franz y Lanz rechazarían a Lúgaro y a Dalmau si alguno de ellos corriese por el PPD porque, en principio, aborrecen las pavas rojas.
  2. Charlie ha sido clarísima e indefendiblemente homofóbico en sus expresiones. ¿Cómo me justifico yo considerar darle mi voto? Me queda claro que lo siguiente puede leerse de forma maliciosa, por lo que confío en la buena fe del lector que tan pacientemente ha llegado hasta este punto: ¿De qué vale hacer campaña en contra de un morón homofóbico que dijo una moronada homofóbica pero dejar que gane Pierluisi, quien va a aplicar medidas de austeridad y pobreza que van a afectar incluso (¡sorpresa!) a esos mismos niños gay cuyos padres evangélicos consideren internar en uno de esos gulags de tortura mental y física? ¿El único problema de esos niños gay evangélicos es la posibilidad de que sus padres los matriculan ahí? ¿Estos compatriotas no comen, no van a la escuela, no necesitan caminar por calles seguras, etc.? Muchas de las estúpidas opiniones de Charlie sobre qué hacer con los genitales no se convertirán en políticas públicas, y aquella que sí se convierta, se combatirá en las cortes y mediante el activismo.

La mayoría de estas discusiones se da hoy en línea, espacio que, por la naturaleza de su inmediatez, promueve las cancelaciones apresuradas de los argumentos. Así como uno puede dar “like” y “dislike” a un video de Youtube o arrojar un comentario por Twitter y desaparecerse, discutir con calma a menudo se sustituye por descifrar cuál es el prejuicio del otro, identificarlo y realizar un “call-out”. En mis interacciones con mi amigo Ganz esto suele suceder. Yo digo que a pesar de su clara homofobia, un gobierno bajo Charlie es preferible a uno bajo Pierluisi, y Ganz me tilda de homofóbico. Pasa lo mismo con las políticas de identidad en general: mucha de la crítica a Lúgaro ha sido debatida por sus seguidores denunciando “machismo”, lo que en ocasiones (¡en ocasiones, Ganz!) equivale a una deshonestidad. Hay muchísimos machismos, por supuesto, y en muchas ocasiones inciden en las críticas a Lúgaro: esas prácticas aborrecibles deben destruirse. Hay mucha homofobia y nos rodea a diario: tampoco debato esto. Pero denunciar (call-out, en inglés, traduce mal al español) un argumento sin antes entenderlo acusa mala fe.

Sí, Charlie es odioso más allá de su corbata roja. Pero no perdamos el hilo: no tengo intención de defender nada de Charlie, sino de reconocer que una victoria de Pierluisi sería peor. En el continente, Biden ha dicho y hecho cosas indeciblemente peores (incluido destruir vidas y colaborar con la destrucción de vidas de una manera muy literal) y, con todo, cualquier persona con dos dedos de frente haría lo que fuese (incluido el dificilísimo ejercicio de poner una x en un papelito) para que su contrincante Trump no acabe de destruir la civilización humana. “Small differences in a system of great power can have enormous consequences”, por citar de nuevo a Chomsky.

“Pero si comulgo con mis propias posturas de 2012 y 2016, ¿cuál es mi rollo de 2020?”, me pregunto a mí mismo. “¿Por qué no sé por quién votar?”. Por lo siguiente: En esta ocasión existe una minúscula posibilidad de que Lúgaro tenga números competitivos. Los demás candidatos del PAP, no.

Para tomar decisiones informadas

Intento no ser fanático, por lo que reconozco la importancia de una herramienta más o menos fiable para analizar el problema de la elegibilidad. Me refiero a un sistema de encuestas que funcione. Entiendo la anécdota de esa persona que una vez leyó una encuesta que terminó estando equivocada; no, las encuestas no son horóscopos ni profecías. Este no es el espacio para atender el nuevo escepticismo acéfalo de dudar de todo lo que dicen los medios, pero creer fielmente lo que dicen las corazonadas. Se trata de algo muy de nuestros tiempos: “yo creo que los expertos nos mienten, yo creo que el virus es mentira, yo creo que esta encuesta es un engaño, yo creo que esta otra encuesta es de verdad, yo creo, yo creo”. El escepticismo con respecto a la información oficial debe administrarse en dosis saludables, si uno no quiere dejarse arrastrar por teorías de conspiración y barruntos. Claro que una encuesta puede equivocarse, pero quien afirma “encuesta que no me gusta, encuesta que desacredito” chapucea.

Encabullo, vuelvo y tiro: para convencerme de por quién votar, necesito manejar una idea clara de quién puede y quién no puede ganar (lo otro es hacer una fila para expresar mi opinión de qué candidato es más bonito). Por eso, valoro las encuestas.

Muy lamentablemente, contamos con una sola encuesta seria: la de El Nuevo Día. He aquí el contraargumento del antibipartidista adolescente: “El GFR nos manipula porque nos tienen miedo: mienten en sus encuestas”. A esta rabieta contrapone los resultados de sondeos de programas de televisión en los que participa la teleaudiencia. Incluso cuando hay algo minúsculamente extraño, el antibipartidista promedio reacciona con paranoia conspirativa. Por ejemplo, en un sondeo reciente de Jugando Pelota Dura, Lúgaro prevaleció con 32.1% (Pierluisi quedó con un 23%, e incluso el viejito homofóbico alcanzó un elevadísimo 10%). Los mismos panelistas declararon incredulidad y la reacción lugarista (admito con vergüenza que me refiero a las redes) varió desde “nos tienen miedo” hasta acusaciones de machismo. Así no se puede, de verdad.

La Universidad de Puerto Rico tiene la mano de obra intelectual para realizar encuestas fiables en el periodo eleccionario. Me encantaría pensar que existen los recursos y la disponibilidad de realizarlos en un futuro no lejano. Una encuesta científica adicional, considerando la posibilidad de que germine desde la honestidad académica y la claridad, le prestaría un enorme servicio al país.

Los instrumentos científicos son falibles pero imprescindibles. Chomsky nos aclara la naturaleza de la ciencia: “There’s a famous joke about a drunk under a lamppost looking at the ground, and somebody comes up and asks him ‘What are you looking for?’ He says, ‘I’m looking for a pencil that I dropped.’ They said, ‘Well, where did you drop it?’ He says, ‘Oh, I dropped it across the street.’ ‘Well, why are looking here?’ ‘This is where the light is.’ That’s the way the sciences work. Maybe the problem you would like to solve is across the street, but you have to work where the light is. If you try to move it a little further, maybe ultimately you’ll get across the street”.

Y ya, Chi Wai, que hay que descansar. Te quiero.

PD: Toda esta lata era por mi voto a la gobernación. En el resto de la papeleta, íntegro por los Avengers del MCU. Es imprescindible que, tenga Lúgaro la oportunidad de “ganarle al bipartidismo” o no, la mayor cantidad de legisladores de minoría entren. Por eso, insto a pipiolos y ciudadanistas a votar íntegro en sus papeletas si ya decidieron que votarán por los candidatos a la gobernación de sus colectivos.

[1] https://www.newstatesman.com/world/2020/09/noam-chomsky-world-most-dangerous-moment-human-history?fbclid=IwAR1-zGRyEei90SM6Q_7AOgPTYTEwWFcDJamRFc_JkQg5Wru1E348EJvK-80

[2] https://www.80grados.net/lo-que-esta-en-juego-elecciones-2020-y-la-posibilidad-del-cambio/

 

El autor es profesor en la UPR-Cayey, actor y escritor.

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