Lo conocí cuando él tenía siete años. Era el dos mil trece, y en aquellos días yo empezaba a salir con su mamá. Mi cartera estaba vacía, así que nuestras aventuras se limitaron a la playa; en el Civic recorrimos toda la isla, en la carretera mi hija y él se hicieron hermanos, pero fue en el pequeño apartamento de Carola en que nos convertimos en familia. En ese instante mi mundo se hizo más bonito, pues mi corazón estaba lleno al tenerlos y verlos feliz comiendo pizza.
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Dos años después, la moroveña y yo nos mudamos a Cupey para juntos darle forma a nuestros sueños. Marisol y yo no tuvimos ayuda, ya que nuestras familias están lejos del área metro, así que nos tocó ajustar la agenda para cumplir con nuestras responsabilidades.
Con Gael hice lo que con mi hija de sangre no pude: buscarlo todas las tardes en el colegio y tener esa breve charla sobre todas las dudas que tiene un niño. A veces me regalaba su silencio en el Corolla y poco a poco pude aprender a descifrar cuando él también había tenido un mal día. Yo no era su papá, así que tenía que trabajar el doble para que él confiara en mí… mi misión fue que la nevera no podía estar vacía y que en el freezer siempre debía haber helado de chocolate chip.
Este niño fue testigo de todos los sacrificios que su mamá hizo para darle una buena educación, enfrentó con nosotros los ochenta y pico de días que estuvimos sin luz por culpa del huracán María, y si en algo tengo que dársela fue que soportó todas las acaloradas discusiones que Sol y yo tuvimos.
Con la adolescencia tocando la puerta, la habitación de Caimito se convirtió en su refugio, las horas las pasaba creando un mundo en Sims, y yo esperaba con nervios que apareciera la trillada rebeldía. Nunca pasó… Gael fue el chamaquito más tranquilo del mundo, y su madre y yo nunca pudimos decir nada malo de él porque el cabrón pa’ joder también sacaba buenas notas.
Gael llegó a la escuela superior, fue abrazando su personalidad, y los audífonos se convirtieron en una extensión de su cuerpo… supongo que lo hizo para no escuchar la desordenada música que siempre tengo en la bocina de casa.
Yo lo miraba para compararlo conmigo a su edad, y este tipo era demasiado diferente porque él emanaba paz, no cogía lucha con nada y -como típico Piscis- fluía con la marea. No les miento cuando les digo que este chamaco carga el mismo aura de Jacobo Morales pelando una china en la tarde de un domingo.
Por años he visto como un tímido niño se convirtió en tremendo tipazo, y aunque su madre y yo cargamos fuego bélico en las venas, la tranquilidad de este pana es su infalible súper poder. Me enojo cuando escucho que todos los hombres son iguales, porque eso es falso, y tengo la prueba imbatible: Gael. El corazón de este tipo es bien grande, y siempre le doy gracias a Dios porque existe gente tan buena como él.
Gael, quiero que sepas que estoy orgullosísimo de ti, y que pa’ mí, tú eres mi hijo. Gracias por confiar en este anormal padrastro, por no darle dolores de cabeza a tu mamá -tú sabes que al final me peleará a mí- y por ser el mejor hermano de mi indígena hija. Hoy (9 de marzo) cumples diecinueve años, así que como el anciano que soy, quiero darte un consejo: cuando vayas a soñar, tienes que hacerlo en GRANDE. Tu mamá y yo nos jodimos para darte lo que no tuvimos, así que solo esperamos una cosa de ti: que siempre persigas tus metas.
A mí no me importa la carrera que escojas, ni cuestionaré tus decisiones, pues el respeto siempre ha sido la base de nuestra relación… solamente quiero verte feliz, cabrón.
Cuando te enamores, da todo el corazón, y aunque es inminente que cojas heridas en el camino, nunca te arrepientas de haber entregado lo mejor de ti. Eres bendecido porque tienes a una chulería de abuela, así que abrázala todas las veces que puedas porque no hay un amor más dulce que el de la mejor cocinera de pancakes de Morovis.
También tienes a Luis de tu lado, y aunque es el tío más retarda’o del planeta Tierra, es un tipo con el alma de tu mismo color, y de él puedes aprender a ser un gran hombre.
Eres agraciado al tener a Sol, la galla del barrio San Lorenzo. Tu mamá me contó que cuando llegaste a su vida le diste un rumbo, y tengo que decirte que tu ángel de la guarda siempre será ella: la Amazona que parió sin epidural, la samba más peligrosa del mundo y la demonia con tacos rositas. Hazla sentir orgullosa, tú siempre serás su bebé, y procura -de vez en cuando- tener un date con ella porque no sabes cuán feliz es cuando está contigo.
Gael, tú sabes que cuando no estoy trabajando, estoy envuelto en mis cosas, y que quizás a veces no hablamos tanto. La vida me está llevando ajora’o, así que cuando ayer recordé tu cumpleaños -pensando que ya había pasado- me asusté porque no te había felicitado… y me acordé que nunca te había dicho lo que siento por ti.
Cabrón, siempre voy a estar para ti, y aunque ya me pasaste en estatura hace rato, pa’ mí sigues siendo el chamaquito que llegó a mi vida pa’ enseñarme que la paternidad no solo se lleva en la sangre.
Sé siempre un hombre honesto, la mentira tiene patas, pero tarde o temprano cojea; dale el 20% de propina a los meseros, arregla la cama todas las mañanas, y dile a tus amigos que los quieres. Mira cuánto tienes de gasolina todas las mañanas, ten aventuras por la isla en el Civic que heredaste, no des por sentado tu juventud porque esos grandiosos años pasan rápido y cuando pestañees ya estarás en los 30. No seas alcohólico como yo -please-, bebe mucha agua, haz ejercicio y come bien al menos cinco días a la semana; recuerda que te tocará cuidar a tu mamá cuando yo no esté y necesito que estés saludable.
Ve a conciertos, pon tu música favorita a to’ jender, baila bajo la lluvia como si no te estuviesen mirando y disfruta la vida; no salgas de casa sin perfume, aprende a decir “NO” y no permitas que nadie venga a cortar tus alas. Sigue siendo bueno, la paz que tu brindas hace de mi hogar mi lugar favorito y nunca olvides que no hay mejor almohada que una conciencia tranquila.
Un último consejo: nunca digas que soy tu padrastro porque no sé en qué lío eso pueda meterte. Te amo, cabrón. 🦍💙🐟